- En la comunidad que me acogió y que me hizo vivir la experiencia de las primeras comunidades cristianas: "Todos vivían unidos y tenían todo en común,... con alegría y sencillez de corazón... alababan a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo." palabras que resumen lo que fue mi vida comunitaria.
- En la comunidad parroquial dónde se vive la alegría del servir, el compromiso con el pueblo y la defensa de sus derechos y la amistad compartida. Me reecontré con la Iglesia que amo, inserta con el pueblo y sus problemas, cercana, amiga, compañera.
- En el pueblo, en todas las comunidades cristianas campesinas, en los jóvenes, en los niños, en los ancianos, repletos de religiosidad y de una fe conmovedora.
- En esta tierra generosa, fértil, con montañas imponentes, que nos muestras las grandezas de Señor. Esta tierra que me ayudó a ser mejor, a sentir a Dios, más cerca que nunca, a sentir el placer de servir y sentirme recompensada infinitamente en el cariño gratuito de su gente. Doy gracias a Dios por hacerme sentir tan amada por Él durante todo este tiempo. Me voy llena de su gracia. Doy gracias al Vicariato de Puerto Maldonado y a sus Obispos Juan José y Francisco, a la Iglesia Convenciana, a cada uno de los frailes, sacerdotes, hnas Dominicas Misioneras, hnas Nazarenas, Misemas, Dominicas de Clausura, a las Comunidades Cristianas Campesinas, a los jóvenes (que fortalecieron mi vocación) a los niños (que me energizaban con su sonrisa y su mirada), a los ancianos (compartiendo lo poco que tenían como muestra de cariño), a la Congregación de la Dominicas de Nuestra Señora del Rosario de Monteils que me abrieron las puertas de su casa confiando en mí y a mis queridas hermanas Ismaelita y Lidia con quienes compartí durante estos años la alegría de servir en la sencillez, la humildad y el amor.
Pilar
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